El niño con dislalia omite ciertos sonidos, o los sustituye por otros de forma incorrecta; por ejemplo, dice apo o tapo, en lugar de sapo. Con frecuencia, es capaz de pronunciar correctamente las sílabas por separado (sa) pero, al unir los fonemas, comete errores. Esto hace que su lenguaje pueda resultar en ocasiones ininteligible.
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